jueves, 12 de julio de 2007

Sección 2






Recursos para matemática






Cuentos









Contando bajo la lluvia







Había llovido durante toda la noche y aún continuaba.
El jardín estaba lleno de charquitos y Marta miraba por la ventana, esperando que las gotitas se cansaran y dejaran de llover para ir a jugar.
Pero la lluvia no paraba.


Marta, entonces, se puso las botas de goma, el impermeable y, con el paraguas de colores nuevo sobre su cabeza, abrió la puerta y salió.

¡Que gusto daba caminar bajo la lluvia
Y saltar sobre los charcos en el jardín
Sin mojarse.

Pero Marta no era la única
Que jugaba bajo la lluvia.




Al lado del charco
Mas grande y sosteniendo un palito
Como micrófono,
Cantaba un grillo.



A un costado, entre varias piedras,
Dos tortugas asomaban sus cabezas,
mientras tres
Ratones se salpicaban
y se llenaban de barro y agua
En otro charquito.



Cuatro mariposas habían hecho una ronda
Y abrían sus alas, como si fueran paraguas,
para protegerse de la lluvia.







Escondidos entre las ramas del pino,
Cinco pajaritos observaban
los movimientos del jardín.



Los más divertidos eran seis sapos
que hacían una fila y, croando, saltaban
Uno por encima de otro
y aterrizaban felices dentro de los charcos.



Muy cerca y dándose espumosos baños,
habían siete caracoles, que,
después, se secaban con los pétalos de rosa
que la lluvia había hecho caer.



Marta miraba y descubría a cada paso
cosas asombrosas, y entre ellas
contó ocho lombrices
que salían de la tierra
sacudiéndose la cabeza.



El jazmín se veía diferente
y era porque nueve chinitas
posadas en las flores
jugaban a la mancha-jazmín.

Lo más sorprendente era ver trabajar a las hormigas.
La lluvia no las detenía.
Marta contó hasta diez en total,
que iban camino del hormiguero
llevando en sus espaldas palitos, hojas y miguitas.

Cada vez llovía más fuerte. La niña entró en su casa corriendo, todavía fascinada con las maravillas que había descubierto en el jardín aquella tarde y se puso a escribir una carta a su mejor amiga, que ahora vivía en Colombia, que no sólo había aprendido a escribir, sino que ya sabía contar.










Juanito aprende los colores




Manolo, el papá de Juanito, era el mejor pintor del lugar. Ordenado, paciente y muy cuidadoso, llevaba en su camioneta, rodillos, pinceles, cubos, cepillos espátulas, papel de pintor y todo lo necesario para hacer bien su trabajo.
Muchas veces lo habían contratado para pintar casas, pisos, una iglesia, la vahada de la farmacia, la comisaría y el tobogán y los columpios del parque.
A Juanito le encantaba acompañar a su papá a pintar.
Aunque casi nunca podía, porque había que ir al colegio a aprender muchas cosas, y luego había que estudiar y jugar con los amigos.
Esta vez, la propuesta era encantadora y Juanito estaba de vacaciones. Su papá debía pintar los vagones de un tren infantil que corría las calles del lugar, con una consigna muy especial: “todos los vagones tenían que ser pintados de colores diferentes”.
Manolo le dijo a Juanito: “tu serás el encargado de elegir el color de cada vagón”.
Hasta aquí todo bien, el único inconveniente era que Juanito no sabia los colores, aunque su papá
pensó que esta seria una maravillosa oportunidad para que los aprendiera. El papá, con el pincel grande, y Juanito, con el pequeño, pusieron manos a la obra.
Los dos tenían delantales para proteger sus ropas y gorritos hechos


con papel de periódico para proteger el pelo.
Contentísimo, Juanito trajo la primera lata de pintura de color rojo. Al día siguiente continuaron con el color amarillo.
El próximo vagón lo pintaron de color azul.
El siguiente de color verde. Otro, de color violeta, y continuaron con el color café. Siguieron con el color naranja, otro vagón lo pintaron de color rosa, uno celeste y el ultimo, de color gris.
La locomotora quedó reluciente. La pintaron con los colores blanco y negro.
¿Y les parece que Juanito habrá aprendido los colores?
Si, porque Manolo su papá, con mucha paciencia y amor, cada vez que destapaban una nueva lata de color, le decía lo siguiente:
“Pintemos de color rojo este vagón, poniéndole el brillo de nuestro corazón”.









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